
En los últimos años se asiste a una avalancha de psicología cognitiva. Gran cantidad de producciones psicológicas llevan la etiqueta cognitiva, así como sus productores. Datos clásicos se releen cognitivamente y los psicólogos bautizados en otros dominios se reconvierten. Incluso, quienes nunca vieron clara la innovación cognitiva también asienten y terminan convencidos. Todo parece ser (necesariamente) cognitivo. Quizá, la etiqueta «cognitivo/a» invada la psicología en la misma proporción que en las líneas anteriores.
Una cuestión central en este panorama es la decadencia del conductismo. Se asume que la insuficiencia y el consiguiente fracaso conductivista liberaron nuevos aires para una psicología más cabal y adecuada a la condición humana. Esta innovación se puede concretar en tres puntos (entre otros), generalmente aceptados.
Pues bien, se va a sostener que este planteamiento está equivocado y que mantener la posición cognitiva en los términos con que convencionalmente se presenta es una ingenuidad, con «toques» de moda, mito e ideología.