
La terapia de conducta puede definirse como la aplicación sistemática de principios de aprendizaje y de la psicología experimental con el objetivo de eliminar, disminuir o cambiar conductas que no son adaptativas. Se entiende como conductas inadaptadas, inadecuadas o conducta anormal aquellas que acarrean sufrimiento, insatisfacción, malestar o problemas a la persona o le impiden desarrollarse o alcanzar sus objetivos vitales a medio o largo plazo.
El objetivo, en consecuencia, se va a centrar en promover el cambio de las posibles conductas desadaptativas, bien reduciéndolas o eliminándolas, bien desarrollando otras alternativas. Este cambio se trata de conseguir mediante técnicas de intervención psicológicas. Teniendo en cuenta las características del medio en el que las personas deben llevar esas conductas, pues el objetivo final será que la persona aprenda a adaptarse al medio, físico, social y cultural.
La Terapia de Conducta supone un cambio radical. En primer lugar, abandona el concepto de “salud mental”, por el de “conducta anormal o inadaptadas”. Entiende lo anormal en función de su adaptación al medio ambiente. No se considera que las personas sean “anormales”, sino que realizan alguna o algunas conductas anormales (en ese sentido de no adaptativas).